El Oxford de Lyra by Philip Pullman

El Oxford de Lyra by Philip Pullman

autor:Philip Pullman [Pullman, Philip]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Relato, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2003-01-01T05:00:00+00:00


Pan soltó un grito, pues el daimonion-pájaro, al que sujetaba para que no escapara, yacía inerte, sin ofrecer resistencia. La bruja, que seguía viva, se estaba arrastrando en dirección a Lyra, reptando como un lagarto enfermo, y en su penoso avance producía chispas —chispas de verdad—, cuando su cuchillo entraba en contacto con el pavimento. Más allá, el cisne yacía con las alas extendidas, indefenso. Lyra, por su parte, se sentía debilitada y aturdida por el golpe recibido, apenas con fuerzas para poner en orden sus pensamientos.

—Ha muerto. Han muerto, Lyra —dijo Pan, con voz trémula.

Los ojos de la bruja seguían fijos en Lyra, y los músculos de sus brazos todavía la mantenían por encima del suelo, pero se había roto la espalda, y no había vida en su expresión. De pronto, los músculos cedieron y se vino abajo como un trapo.

El cisne empezó a moverse, tratando de incorporarse, cuando Lyra sintió el impetuoso batir de alas una vez más, y tres cisnes cruzaron el canal, volando bajo, y pasaron por encima de su compañero herido. Los vecinos debían de haber oído aquel escándalo, seguramente se asomaban a las ventanas y abrían las puertas, pero a Lyra no la asustó esa posibilidad. Se incorporó y corrió hacia el cisne caído, que seguía batiendo las alas torpemente e intentaba apoyarse en la blanda tierra para incorporarse.

Dominando su miedo ante el afilado pico, Lyra se arrodilló junto al ave y, abarcando su cuerpo con ambas manos, intentó levantarla. No era nada fácil, pues el cisne también tenía miedo, y forcejeaba y agitaba las alas, pero Lyra acabó por encontrar el mejor ángulo y logró cogerlo en brazos. Tambaleándose y esforzándose por no pisar sus alas inertes, cargó con el ave hasta el final de la calle, donde el agua negra del canal lanzaba destellos, más allá de la calzada.

Por encima de su cabeza oyó que los cisnes volvían a pasar. Volaban tan bajo que sintió la caricia de sus plumas en el pelo y el ruido del aleteo repercutió en todos sus huesos. Al llegar junto al canal, se inclinó, temblando por el peso del cisne. En cuanto se vio libre, el animal se lanzó al agua produciendo una salpicadura. El ave irguió el cuerpo y agitó las alas con brío, y a continuación se alejó nadando. Cuando ya había recorrido un trecho, volvieron los otros cisnes, que sobrevolaron el canal rozando el agua, para reunirse con él, leves manchas blancas en la oscuridad de la noche.



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